Una frontera marcada por el crimen: un análisis desde tres dimensiones


En el convulso territorio de Norte de Santander, las complejidades del crimen organizado se han tejido en una red que trasciende fronteras, montañas y calles urbanas. La criminalidad en esta región del país se mueve al ritmo de tres grandes fuerzas: las que atraviesan el corredor fronterizo, las que emergen del Catatumbo y las que ya se encuentran incrustadas en el corazón de Cúcuta.

La sombra del Tren de Aragua

Aunque las autoridades colombianas han negado reiteradamente la presencia del Tren de Aragua, la realidad en la frontera cuenta otra historia. Este grupo criminal, con raíces en Venezuela y una red extendida por varios países, opera en la región mediante extorsiones, secuestros y tráfico de personas. Mientras Colombia parece esquivar su reconocimiento oficial, el gobierno venezolano ha iniciado operativos para confrontarlo, exponiendo la dualidad en el tratamiento del problema.

La fuga de Zeus: una ventana a la corrupción

El caso de Juan Carlos Rodríguez Agudelo, alias Zeus, resuena como una alarma de las complejas relaciones entre el crimen organizado y las autoridades. Capturado con un arsenal destinado al Clan del Golfo —ahora conocido como el EGC—, su fuga no solo evidenció fallos en la seguridad, sino también la colaboración activa de funcionarios corruptos. Este incidente no es un hecho aislado, sino una muestra más de la gobernanza criminal que impera en la región.

Interrogantes: ¿Cómo asegurar que los responsables de la fuga de Zeus enfrenten la justicia? ¿Qué medidas se pueden tomar para prevenir la infiltración del crimen organizado en las instituciones?

Gobernanza criminal en una frontera desbordada

El presidente Gustavo Petro reconoció en 2022 lo que los habitantes de la frontera sabían desde hace años: uniformados y funcionarios “cobran comisiones” en actividades ilegales como el contrabando y la extorsión. Esta afirmación de la máxima autoridad del país desnudó una verdad incómoda: la frontera no está en anarquía, sino bajo un sistema de gobernanza criminal donde grupos ilegales controlan territorios, gestionan economías y establecen lazos con instancias estatales.

Interrogantes: ¿Cómo desarticular este sistema de gobernanza criminal sin afectar a la población vulnerable? ¿Cuál es el rol del gobierno nacional y los entes internacionales en este esfuerzo?

Cúcuta: epicentro de violencias

En el área metropolitana de Cúcuta confluyen tres tipos de violencias: las que provienen del corredor fronterizo, las que descienden del Catatumbo y las que han echado raíces dentro de la ciudad. En 2024, esta amalgama de conflictividades marcó un año de niveles históricos de homicidios, llevando a la ciudad al puesto 46 entre las 50 más peligrosas del mundo.

Casos como el de los retiros de más de 150 millones de dólares en cajeros automáticos de TD Bank en Cúcuta, el hallazgo de cristalizaderos de cocaína y la captura de individuos vinculados a grupos terroristas como Hezbolá ilustran un panorama complejo y rentable para las organizaciones criminales. A esto se suman élites políticas y contratistas públicos encarcelados por corrupción, alimentando un ciclo de impunidad y rentabilidad.

Interrogantes: ¿Qué medidas concretas se han tomado para combatir estas redes? ¿Qué papel juegan las comunidades en la denuncia y resistencia contra el crimen?

La ciudad que perdió la calma

En 2024, la violencia traspasó los límites de las zonas periféricas para golpear el centro de Cúcuta. Lugares anteriormente considerados seguros se convirtieron en escenarios de homicidios y crímenes violentos. La actitud silente del alcalde frente a la inseguridad exacerbó la sensación de abandono entre los ciudadanos.

Interrogantes: ¿Por qué la administración local no priorizó la seguridad? ¿Cómo se puede recuperar la confianza ciudadana en las autoridades?

Una frontera con futuro incierto

La criminalidad en Norte de Santander no es un caos absoluto; es un sistema donde la economía ilegal, la corrupción y la violencia coexisten en un delicado equilibrio. Mientras las autoridades se enfrentan a esta red de complicidades y confrontaciones, los habitantes de la región siguen viviendo en una realidad donde el crimen parece tener más poder que el propio Estado. En este complejo escenario, la pregunta no es si la violencia continuará, sino cómo evolucionará.

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