Con solo cuatro votaciones y menos de 24 horas de deliberación, el cónclave eligió a Robert Francis Prevost Martínez como el nuevo pontífice, marcando un hito histórico y proyectando continuidad doctrinal en tiempos inciertos.
El nuevo Papa Robert Francis Prevost Martínez, León XIV, eligió su nombre en honor a León XIII, quien coronó a la Virgen de Luján en 1887.
Ciudad del Vaticano | 8 de mayo de 2025 — La Iglesia Católica inició un nuevo capítulo este miércoles con la elección de León XIV como sucesor de San Pedro. En una decisión rápida y contundente, el cónclave de cardenales eligió al cardenal Robert Francis Prevost Martínez como papa, convirtiéndolo en el primer pontífice estadounidense de la historia. Su nombre papal, profundamente simbólico, evoca liderazgo, firmeza doctrinal y una apertura a los desafíos sociales contemporáneos.
El anuncio fue hecho desde el tradicional balcón de la Basílica de San Pedro por el cardenal protodiácono Dominique Mamberti, quien pronunció las palabras Habemus Papam ante miles de fieles congregados en la plaza. La elección se dio apenas 17 días después del fallecimiento del papa Francisco, ocurrido el 21 de abril.
Nacido en Chicago en 1955, de madre española, Prevost ha dedicado gran parte de su vida al servicio pastoral en América Latina. Ordenado sacerdote en 1982 dentro de la Orden de San Agustín, pasó más de 40 años en Perú, donde forjó una vocación misionera comprometida con las periferias sociales. Su cercanía personal y espiritual con el papa Francisco, a quien conoció en Buenos Aires, ha sido determinante en su visión de una Iglesia “en salida”.
Un nombre con peso histórico
El nombre León XIV no fue escogido al azar. Desde el siglo VI, los pontífices adoptan un nuevo nombre al asumir el trono de Pedro, como señal de una nueva misión espiritual. En este caso, el nuevo papa se inscribe en la tradición de dos figuras clave del catolicismo: San León I, conocido como “el Magno”, recordado por enfrentar a Atila el Huno, y León XIII, impulsor de la doctrina social de la Iglesia a través de su histórica encíclica Rerum Novarum.
“El mal no prevalecerá. Todos estamos en manos de Dios, por lo tanto, sin miedo, unidos, de la mano de Dios y entre nosotros avancemos hacia adelante”, fueron las primeras palabras de León XIV al mundo, pronunciadas con serenidad y firmeza desde el balcón papal. Su mensaje proyectó de inmediato un liderazgo pastoral centrado en la esperanza, la unidad y la fe activa.
Continuidad con Francisco y nuevos desafíos
León XIV ha manifestado admiración por la autenticidad evangélica del papa Francisco. En entrevistas previas, destacó el valor del viaje del pontífice argentino a Lampedusa, símbolo del compromiso con los migrantes, y su insistencia en una Iglesia cercana a los pobres. En esa línea, el nuevo papa se ha mostrado firme defensor de la acción frente al cambio climático y partidario del modelo sinodal como forma de gobierno eclesial.
No obstante, mantiene una postura conservadora frente a algunos temas debatidos al interior de la Iglesia. Rechaza, por ejemplo, la ordenación sacerdotal de mujeres, convencido de que una apertura en ese sentido provocaría divisiones difíciles de superar.
Reconfiguración del poder eclesial
La elección de un papa estadounidense representa un cambio significativo en el mapa geopolítico del Vaticano. Con 133 cardenales participantes en el cónclave, la elección rápida y sin grandes fracturas deja entrever consensos sólidos y la voluntad de continuar el camino de reformas iniciado por Francisco, pero con un sello propio.
Como reseñó el medio Chic Magazine, adoptar el nombre León es un guiño a la necesidad de un “papado fuerte en tiempos de crisis” y a “la voluntad de proteger los valores tradicionales mientras se enfrenta a los desafíos contemporáneos”.
Una nueva etapa desde Roma
Con León XIV, la Iglesia Católica ingresa en una etapa que combina tradición y reforma, firmeza doctrinal y sensibilidad social. El primer papa estadounidense, con raíces hispanas y corazón latinoamericano, hereda una Iglesia global que camina entre tensiones internas y desafíos externos. Desde ya, su elección y su nombre marcan el inicio de una era en la que el Vaticano buscará ser faro de esperanza en medio de un mundo convulso.
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